lunes, 22 de marzo de 2010

La pregunta sin respuesta


Hubo una vez una pregunta que nació sola, sin una respuesta que la complementase.

Ella hubiese querido ser una pregunta fácil de responder, pero el Destino tenía otros planes para ella.

Como vivía en el mundo de las interrogantes, su vida era muy triste, porque sus compañeras eran todas preguntas con respuesta que se burlaban de ella por estar sola.

Al llegar a la adolescencia, en un rato de debilidad, se echó a llorar. Ahora, además de ser una pregunta sin respuesta, era una pregunta triste.

Pero por ahí andaba el hada de las preguntas, que escuchó sus lamentos y percibió sus lágrimas entre los signos de interrogación.

Se acercó a ella y le dio un sabio consejo:

“Las preguntas sin respuesta pertenecen a otro lugar, y tu vives ahora en un mundo de preguntas fáciles de contestar. Ellas son muy simples, y son incapaces de entender a una criatura especial como tú. En realidad tú perteneces a otro lugar, al que inmediatamente te voy a llevar a cambio de que dejes de llorar y me sonrías.”

Con un simple movimiento de su varita mágica, nuestra pregunta sin respuesta fue transportada delante de un edificio en cuya entrada aparecía un letrero que decía:

REINO DE LA FILOSOFÍA Y DE LA CIENCIA

Entró con curiosidad en el edificio, y encontró una serie de flechas que indicaban las siguientes direcciones:

Preguntas con múltiples respuestas

Preguntas con respuestas relativas

Preguntas con respuestas dogmáticas falsas

Preguntas con respuestas que se conocerán algún día

Preguntas que no tienen respuesta

Obviamente ella se dirigió hacia donde indicaba la última de las flechas, y así llegó a un salón grande repleto de preguntas semejantes a ella que se acompañaban unas a otras a modo de solidaridad.

Su soledad quedó atrás por siempre, además de que en ese momento se dio cuenta de que las preguntas de verdad valiosas son aquellas que no tienen respuesta.

Así, nuestra pregunta sin respuesta vivió eternamente feliz, sabiendo que miles de filósofos y científicos de todas las épocas la acariciaban con ternura e interés.