domingo, 31 de mayo de 2009

La almohada maldita


Era una almohada fina y cara, rellena de plumón selecto de ganso de Toulouse, mullida y suave, forrada con tela de algodón egipcio delicioso al tacto capilar, que además -por su inigualable comodidad- inspiraba toda la confianza a su dueño, quien noche tras noche apoyaba confiadamente su cabeza sobre ella, liberando sus pensamientos y sentimientos antes de caer profundamente dormido. Pero además, sin que lo manifestase de manera alguna, ella era frívola y maldita.

También era sagaz y perceptiva; tenía una enorme inteligencia; una portentosa memoria; y en vez de ayudar a su propietario a pensar claramente, le complicaba con mala fe todos sus razonamientos y decisiones.

Un día su dueño decidió suicidarse, pues sus asuntos iban de mal en peor.

Las almohadas no suelen sonreír, pero esa noche, la de esta historia, sí lo hizo.