miércoles, 5 de noviembre de 2008

Las lamentables conclusiones del Dr. X


Se aburrió de las rutinarias psicopatologías humanas, y decidió abrir un consultorio especial para seres extraordinarios. Después de todo, sus problemas ya no eran financieros, y podía cobrar sus consultas con polvos mágicos, con zapatos hechos por duendes, con conjuros, y con brebajes para enamorar dragones y otras bestias fabulosas.

De una u otra forma se deshizo de todos sus pacientes de este aburrido y rutinario mundo, e inició una aventura profesional inédita, suponiendo que esos otros seres sufrían, como nosotros, de neurosis, de insomnios, de angustia, de estrés, de muchas cosas.

Ubicó su clínica en el límite entre lo que nosotros llamamos “la realidad” y el mundo considerado (por los humanos) “fantástico”, lo cual fue muy acertado.

Cuan grande sería su sorpresa, que en cuestión de días, su sala de espera y su libreta de citas resultaron insuficientes.

Después de atender a una centena de pacientes, se dio cuenta de que el problema de la mayoría de los seres considerados fantásticos era que dudaban de su credibilidad ante los seres humanos.

Con unas cuantas horas de diván y una serie de sabios consejos, convenció a todos (hadas, duendes, vampiros, orcos, elfos, hombres-lobo, ranas encantadas, dragones, unicornios y sirenas) de que el problema no era de ellos, sino de los humanos, quienes en todos los casos habían sido criados en la llamada objetividad y en lo absoluto de las cosas de la vida.

Después de esta experiencia, decidió de nuevo abrir su consultorio para los seres humanos, que eran quienes realmente necesitaban ayuda psicológica.