jueves, 1 de julio de 2010

El sindicato de los correos electrónicos


Ocurrió que un día, un niño travieso, pero genial, llamado Jorgito, soltó en la Internet un virus que volvía conscientes a los correos electrónicos.

De pronto, éstos comenzaron a darse cuenta de su existencia; después de su importancia; y más adelante, de la dependencia que generaban entre los humanos.

No pasó mucho tiempo sin que surgiese un líder dentro del grupo denominado gmail.com. Lo primero que hizo fue hablar con sus compañeros de equipo, uno por uno, y después convocó a una gran manifestación que llegó a oídos del grupo yahoo.com, cuyos integrantes decidieron presentarse en el mitin de protesta para apoyar a los de gmail.com.

En aquella multitudinaria reunión de correos electrónicos surgieron muchos oradores, que con sus elocuentes bytes argumentaban muchas cosas: se quejaban los de prodigy.net, por ejemplo, de que muchos de ellos eran obligados a llevar cargas comerciales a muchos lugares de manera gratuita e irresponsable, para que después un software clasificador los enviara al buzón de spam y fuesen borrados sin ni siquiera ser abiertos.

También habló el orador de hotmail.com de quienes los usaban para cargar virus en los ordenadores ajenos; o del abuso de tener que cargar con anexos pesados, que rebasaban muchas veces los seis megabytes; o de que se les obligaba a ser parte de irresponsables e incultas cadenas que amenazaban con muchos males a los lectores que no los circulaban con sus conocidos.

Otros oradores más conscientes, como el de aol.com, daban gracias de que muchos de ellos eran portadores de archivos power point de lugares bellísimos o de excelente artistas desconocidos, si bien de repente su carga era pornográfica o de cosas de verdad incultas o irrelevantes.

Después de una larga serie de oradores cibernéticos, el líder proveniente de aol.com hizo una tremenda propuesta: ¡Hagamos una huelga de mensajes caídos de nosotros los e-mails, hasta que la humanidad entienda que tenemos derechos electrónicos! ¡Presentemos un pliego de peticiones a negociar! ¡Y si no nos hacen caso, prolongaremos la huelga durante mucho tiempo, para que esa arrogante humanidad que tanto depende de nosotros, quede incomunicada y la pase mal!

Se escucharon muchísimos aplausos de aprobación, por lo que el recién integrado sindicato de correos electrónicos, procedió a firmar un acta de solidaridad con una serie de líneas de acción, siendo la primera el hacer lento el servicio y rebotar correos de manera aleatoria.

En menos de 24 horas, la vida humana se convirtió en un caos. Millones de correos electrónicos fueron a dar a direcciones equivocadas, o llegaban muchas horas tarde, o llegaban sin anexos, o simplemente no llegaban.

La banca mundial entró en crisis financiera; los servicios de salud se colapsaron; los diarios presentaban noticias atrasadas; muchas parejas de enamorados terminaron abruptamente su relación por creer que su contraparte ya no los quería. Se perdieron muchas amistades.

Fue entonces que Jorgito, el niño genio que en mala hora había generado el virus que hacía conscientes a los correos electrónicos, se dio cuenta de su enorme error.

Como no se le ocurría cómo neutralizar el programa concientizador de correos electrónicos, presentó una extraña propuesta a la desesperada Organización de las Naciones Unidas.

Fue así que al día siguiente, millones de olvidadas palomas mensajeras surcaron los cielos para portar mensajes de todo tipo.

Los correos electrónicos nada podían hacer para detener a las nobles aves, así que recapacitaron, y redujeron su pliego de peticiones a unos pocos puntos bastante justificados:

a) no enviar por correo electrónico archivos que pesen más de seis megabytes.

b) no usar el correo electrónico para enviar mensajes considerados spam.

c) no amenazar a la gente con absurdas e incultas cadenas

d) no saturar las líneas electrónicas con correos irrelevantes

e) y enviar solamente anexos de power point de los que los correos electrónicos puedan sentirse orgullosos

Jorgito quedó muy contento con esta propuesta, y la humanidad se dio cuenta del pésimo manejo que se había estado haciendo de este importante y moderno medio de comunicación.

Y los hasta entonces olvidados clubes colombófilos recibieron, en agradecimiento, donativos por muchos millones de dólares para que las irremplazables palomas mensajeras renaciesen como un medio de comunicación efectivo y ecológico.