viernes, 5 de septiembre de 2008

Reproches

Hora: la 1AM de un día cualquiera entre semana.

Lugar: mi dormitorio, recostado cerca de mi esposa, quien duerme con la tranquilidad de un bebé.

Problema: no logro conciliar el sueño, a pesar de varias dosis de pasiflorina concentrada.

Razón: me siento vacío, frustrado e inútil, pues no he sido capaz de escribir un cuento que valga la pena hace varios meses.

De pronto, la siento pasar dentro de mi cerebro, caminando sobre mis neuronas. Reconozco sus sutiles pasos, percibo su casi imperceptible aroma. ¡Es ella!

Es el momento de confrontarla. Si no lo hago ahora, ¿quién sabe cuándo regresará a mi mente?

Yo: “Hola, musa ingrata.”

Ella: “Hola, escritor mediocre.”

Yo: “Uno es lo que es su musa.”

Ella: “¡Mentira!, te he dado material de sobra. Eres tú quien carece de la menor iniciativa. Quieres todo digerido, redactado, e incluso con correcciones ortográficas.”

Yo: “No es así. Los últimos cuentos que me has propuesto, además de ser escasos, no entretienen a nadie, por más jiribilla que yo les ponga.”

Ella: “Pues así ha sido siempre, y no puedes negar que algunos han sido exitosos.”

Yo: “Sí, alguna vez tú y yo hicimos una gran pareja, pero de eso hace mucho tiempo.”

Ella: “Algo está pasando entre nosotros. Ya no me quieres como antes.”

Yo: “Te quiero igual que antes, pero la pasión de hace tiempo ya está ausente.”

Ella: “Yo también te quiero, pero hemos escrito juntos demasiados cuentos. Empiezan a resultar monótonos.”

Yo: “Si no haces algo por volver a ser como antes, me buscaré otra musa.”

Ella: “Y yo otro escritor.”

Yo: “¡Si coqueteas con otro, te la verás conmigo!”

Ella: “Pues ya lo he hecho. Inspiré un cuento a otro hombre. Y te diré que me gustó.”
Yo: “¡Ingrata, musa mal nacida! ¡Vete de mi cerebro!”

Ella: “¿Estás seguro de lo que dices?”

Yo: “¡Sí: lárgate con el otro. Espero que juntos tengan mucho éxito.”

Ella: “¡Pues ahora mismo me marcho!”

Yo: “Espera, que no hemos acabado de hablar.”

Ella: “Además de echarme de tu cerebro, ¿qué quieres decirme?”

Yo: “¡Que no te vayas tan rápido: debemos discutir nuestra separación!”

Ella: “La verdad, quisiera quedarme contigo, pero me estás echando…”

Yo: “No te estoy echando. En realidad te he extrañado mucho.”

Ella: “Yo también te he echado de menos.”

Yo: “¡Pues volvamos a los cuentos!”

Ella: “Sí, amado escritor: volvamos a los cuentos.”

Yo: “Estoy listo. Tengo papel y bolígrafo.”

Ella: “Pues ahí va una historia con final feliz: Existió una vez un escritor que había dejado de apasionarse con su musa, al extremo de que ella dejó de sentirse querida, viéndose obligada a buscar a otro más sensible en algún otro lugar, a pesar de lo mucho que amaba al suyo…”