jueves, 18 de marzo de 2010

Juan y el cubilete mágico


Después de varias horas de intentar despertar de su sueño, Juan se convenció de que el maleficio al que lo condenó el mago Sicarde, era real. Nunca imaginó que alguien pudiese quedar atrapado de esa manera en un sueño, y menos que esto pudiese ser para toda la vida.

Todo empezó en aquella plácida noche de primavera, unos momentos después de empezar a soñar, cuando Juan decidió irresponsablemente enamorar a Luzmela, la hermosa prometida de Sicarde. Ella se dejó seducir por él en lo que parecía que iba a ser un maravilloso sueño erótico, pero ninguno de los dos amantes clandestinos estaba consciente de que el perverso y celoso mago se ocultaba detrás de aquella nube púrpura que descansaba hacía un rato sobre el estanque amarillo, a escasa distancia de los enamorados.

De repente Sicarde salió de su escondite, y profiriendo ininteligibles palabras de magia negra, paralizó completamente a Juan, y se llevó a Luzmela a una caverna cercana.

Una vez encadenada la amante infiel a una estalactita azul cobalto, el mago se acercó al paralizado Juan, para decirle que si quería despertarse y dejar aquel sueño -ahora convertido en inacabable pesadilla-, debería ordenar de alguna manera las siguientes palabras del complicado idioma onalletsac, de tal manera que adquiriesen un sentido de instrucción salvadora, y así romper el maleficio que lo mantendría soñando por siempre.

ala locan brasmá perest ormad doad toorde erom ecua asestasp teyenab icaf damen laún emale ficioesco asestasp gicas solu damen ntod

Juan leyó todas las palabras, pero no sabía qué hacer con ellas por más esfuerzo mental que hiciese. No entendía nada.

Cuando estaba a punto de desesperarse, apareció por ahí un duende sonriente y bonachón llamado Arcanis, quien dijo a Juan que sólo había una forma de salir de esa complicada situación, y ésta era usando un cubilete mágico que él traía consigo.

Así, Arcanis metió todas las palabras en el cubilete, las agitó, y al arrojarlas sobre el piso, se ordenaron de la siguiente manera:

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Juan seguía sin entender su significado, así que Arcanis, el duende, las volvió a meter en su cubilete mágico, las agitó y las arrojó al piso, quedando entonces completamente claro el mensaje:

la única forma de romper este maleficio es colocando adecuadamente y en absoluto orden todas estas palabras mágicas

Con eso, el maleficio quedó roto. Juan recuperó su movilidad y logró salir del sueño inmediatamente, quedándole muy agradecido a Arcanis por haberlo sacado de aquella trampa onírica.

Pero su mayor sorpresa fue que, justo al despertar, encontró sobre su mesita de noche otro grupo de desconocidas palabras, junto al cubilete mágico de Arcanis. Las palabras eran:

eñono nosch asat ermeu ol latin cu esdere unsu uelv galo videstra andov oco ener

Sorprendido, pero ya con más conocimientos del mundo de los sueños, Juan colocó las palabras en el cubilete mágico, las agitó y las arrojó sobre la mesa, apareciendo lo siguiente:

cuandovuelvasatenerunsueñonoolvidestraermeunoschocolatinesderegalo

Una vez más repitió la operación, y las palabras se ordenaron de la siguiente manera:

cuando vuelvas a tener un sueño no olvides traerme unos chocolatines de regalo

El maravilloso y sonriente duende Arcadin era, por lo visto, un fanático de los chocolatines.

Juan conservó el mensaje en su corazón, pensando agradecido en algún día poder llevarle sus golosinas a su amigo el duende.