miércoles, 14 de abril de 2010

Lucrecia


Llevaba ya algún tiempo sintiendo una enorme depresión. Tejía triste, sin ganas de acabar lo que empezaba.

Ya se le habían acabado los brebajes medicinales que le había regalado su amiga y protectora, la bruja Carrufa, y ahora ella estaba lejos, vendiendo escobas voladoras en la ciudad, así que tenía que enfrentar sola la tremenda depresión.

Aquella mañana se levantó con los primeros rayos de sol, y empezó a tejer como nunca lo había hecho. A medida que su tejido avanzaba, éste empezaba a mostrar un arte único digno de los grandes talentos de su especie.

Cuando la acabó, el sol estaba en todo su apogeo, y aquella obra de arte relucía enormemente. Se veía magnífica, tanto que ningún insecto dejaría de verla, por lo que las arañas vecinas pensaron que Lucrecia era tonta, a pesar de haber generado aquella pieza tan belleza.

Después llenó la tela de saliva pegajosa, una saliva que atrapaba todo, hasta a las mismas arañas.

“¿Para qué hace eso?”, se preguntaban las demás arañas. Los insectos jamás caerán en una trampa tan vistosa como ésa. “Es un verdadero desperdicio”.
Finalmente Lucrecia dio por terminada su sublime tarea, y subió a una rama alta justo sobre ella.

“La muy vanidosa quiere admirar su telaraña desde lo alto”, dijeron las vecinas envidiosas.

Lucrecia llegó al punto más alto del árbol, y sin más se dejó ir al vacío sin ninguna clase de protección, cayendo justo en el centro de su propia tela, la que se balanceó de arriba abajo varias veces por el cuerpo de su peso.

“Debe ser una nueva técnica para atrapar insectos”, comentaron las demás arañas desconcertadas, decidiendo quedarse a observar para ver si aprendían algo de aquella extraña experiencia.

Lucrecia, sin embargo, permaneció quieta en la misma posición durante mucho tiempo. Y justo cuando las demás arañas empezaban a preocuparse por ella, un pájaro negro se acercó a la telaraña y devoró a Lucrecia de un solo picotazo.

Nadie entendió nada aquella mañana, excepto Lucrecia, que había decidido hacer su más grande obra de arte, justo antes de suicidarse.