sábado, 2 de febrero de 2019

Cosmogonía


EL GRAN UNIVERSO


El Gran Universo es todo.

Los humanos somos tan pequeños, limitados y necios, que ni siquiera lo podemos percibir. Vivimos ciegamente en una de sus muchas capas, pensando que no hay mucho más que eso, a pesar de la enorme cantidad de información, de interacciones y de encuentros cercanos que tenemos con seres de las otras capas del Gran Universo.

¿Cuáles son las otras capas?

Son nueve, ni una más ni una menos. ¿Por qué nueve? Simplemente porque así lo decidió quien puso el Gran Huevo.


He aquí una pequeña descripción de cada capa:


I  CAPA DE LOS SERES MÁGICOS

Es aquella en donde habitan las hadas, los duendes, las xanas, los gnomos, los dragones, los orcos, los delfos, Harry Potter, Peter Pan, Drácula, los vampiros, los hombres-lobo, etc.




II  CAPA DE LOS SERES MITOLÓGICOS

Ahí viven los dioses del Olimpo griego, del egipcio, del asirio, etc.: centauros, sirenas, sátiros, sílfides, Pegaso, las musas y las horas, los nivelungos y las valquirias, Quetzalcóatl, Inti y muchos otros seres de otras mitologías que alguna vez pretendieron regir el Gran Universo.




III  CAPA TRIDIMENSIONAL

En ella vivimos los llamados terrestres y extraterrestres: seres sólidos y semisólidos que nos movemos con torpeza por la limitación impuesta por el escaso grado de libertad que nos brinda el hecho de pertenecer a un mundo de tan sólo tres dimensiones. Algunos somos agradables; otros no.





IV CAPA MULTIDIMENSIONAL

Hay en esa capa una enorme cantidad de dimensiones, pero los seres que la habitan dependen de su ubicación en ella. Por ejemplo, los Puntos están en la dimensión “cero”, condenados a ser puntos. Tienen vida e ilusiones –como nosotros-, pero la dimensión “cero” es terriblemente limitante, y no les permite moverse ni manifestar su existencia.

Así, en la siguiente dimensión (la “uno”), están las Líneas, que pueden moverse hacia un lado o hacia el otro, pero nada más. En la dimensión “dos” están los Planos, con un poco más de libertad de movimiento. Nosotros vemos a los Puntos, a las Líneas y a los Planos, pero ellos –desde su limitada capa dimensional- no pueden percibirnos, así como nosotros  -seres de la dimensión “tres”- no podemos ver a los de la “cuatro”, “cinco” o superiores. Éstos nos conocen perfectamente, y nosotros ni siquiera los concebimos.



V  CAPA DE LOS SUPERHÉROES

En ella viven Superman, Spiderman, Batman y Robin, Super Ratón, Gatúvela, los Power Rangers, las Chicas Atómicas, la Mujer Maravilla y muchos otros seres creados por quien puso el Gran Huevo para eliminar la Gran Maldad, tan frecuente en el Gran Universo.



VI  CAPA DEL PECADO Y DEL ARREPENTIMIENTO

En esta capa viven seres curiosos que se la pasan espiándonos. Alguna vez se autonombraron “rectores morales” del Gran Universo. Pertenecen a ella criaturas como Satanás, Alá, Changó, Jehová, Dios, Shiva, etc., junto a una gran cantidad de sus chismosos seguidores: querubines; cupidos; arcángeles; serafines; demonios aéreos, terrestres y acuáticos; etc.



VII  CAPA PROBABILÍSTICA

Pertenecen a ella extrañas criaturas capaces de alterar las reglas del Gran Universo de manera inesperada y temporal. Entre ellos están las Oportunidades, las Circunstancias (montando siempre en sus corceles denominados Vientos Circunstanciales), las Casualidades, las Razones de Ser, el travieso Destino, etc.




VIII  CAPA DEL OJALÁ

Viviendo en esta capa se encuentran los Sueños, los Deseos, las Esperanzas, Santa Claus, las Creencias, los Ensueños, las Ilusiones, el Ratón Pérez, los Reyes Magos, etc.




IX    CAPA DE LOS DIFUNTOS

En ella viven todos los seres mortales del Gran Universo que ya murieron. Ahí acabaremos nosotros y muchas otras criaturas. Aquí encontramos espíritus de todo tipo, espectros, fantasmas y criaturas semejantes.



REGLAS QUE RIGEN AL GRAN UNIVERSO

Rigen al Gran Universo las siguientes leyes:

i    Todas las capas del Gran Universo son reales y están en alguna parte del Espacio-Tiempo que concibió quien puso el Gran Huevo.

ii    Todas las criaturas antes mencionadas tienen asignado y garantizado un lugar en el Gran Universo, gracias a la magnificencia de quien puso el Gran Huevo.

iii    Todas las criaturas posibles existen. De eso se encargó quien puso el Gran Huevo.

Cuando pensamos que nosotros creamos a esos seres, en realidad lo único que hacemos es permitirles –con la fuerza de nuestro Vehículo Imaginación- pasar de su capa a la nuestra.

iv    Todos podemos interactuar con seres de capas diferentes. Lo que pasa es que no todos dominamos la Tecnología o los Vehículos apropiados para lograrlo.

v    Toda interacción entre seres de capas diferentes genera necesariamente una afectación mutua.

Por ejemplo, si soñamos que montamos a Pegaso, en realidad lo hacemos, Así, él lo disfruta (le encanta galopar los cielos con un jinete a bordo) y nosotros nos despertamos satisfechos.




VEHÍCULOS PARA IR DE UNA CAPA A OTRA

En el Gran Universo existen muchos Vehículos que nos permiten desplazarnos, y algunos de ellos, en determinadas condiciones (autorizadas siempre por quien puso el Gran Huevo), nos permiten pasar a otras capas. Una lista no limitativa de Vehículos Autorizados por quien puso el Gran Huevo es la siguiente:

La imaginación
Los automóviles (de cualquier marca y modelo)
Las alas (con plumas, membranas o incluso metálicas)
El Viento Solar
Las carretas
Los trenes
Los aviones (con velocidad menor a Mach 2)
La gravedad
La magia
Los agujeros negros
La inercia
El amor (particularmente cuando no existen suegras involucradas)
La voluntad
La ira
La amistad
El viento (incluidos brisas, tifones, tornados y huracanes)



ORIGEN DEL GRAN UNIVERSO

Se sabe que todas las capas que conforman el Gran Universo nacieron al mismo tiempo de un Gran Huevo, pero no se tiene claro quién lo puso: ¿un ave? ¿una cocodrila? ¿una dinosauria? ¿una dragona? Este último punto es causa de muchos conflictos entre los habitantes del Gran Universo.

También se sabe que, cuando el Gran Huevo eclosionó, apareció dentro de Él una Gran Cebolla (de color rojo claro). En ésta están contenidas las nueve capas antes mencionadas.

Cualquier otra aseveración acerca del origen de nuestro Gran Universo contenido en la Gran Cebolla (de color rojo claro) de nueve capas que apareció al eclosionar el Gran Huevo, es mera especulación. Así, Todo, absolutamente Todo, queda debidamente explicado.  




Caperucitología obsesiva


Francisca supo de la existencia de la Caperucita Roja cuando, al cumplir los siete años, su padre le regaló un libro con muchos cuentos infantiles. Algo en sus adentros le dijo que ignorase los demás y que leyese únicamente ése: el de la Caperucita Roja.

Todas las tardes, al regresar del colegio, ella volvía al libro, al mismo cuento, y lo leía una y otra vez. Aburría a su madre con preguntas aparentemente absurdas acerca de esa historia.

Pasó el tiempo, y la recámara de la adolescente Francisca –en vez de afiches de chicos jóvenes y guapos- estaba llena de temas y cuadros relacionados con la Caperucita Roja.

Cuando llegó el momento de escoger su carrera, eligió la de arqueología. Sus padres no lo entendieron, pero ella estaba segura de lo que hacía y defendió su postura.



Cursó exitosamente todas las asignaturas, pero sus favoritas fueron Paleontología, Zoología, Genética, Arqueología I y II y Antropología.

Una vez con el título en la mano, sus excelentes calificaciones le brindaron la oportunidad de conseguir una muy buen beca para hacer su doctorado. Ella eligió el tema “La Caperucita Roja y su Entorno”. Esto causó algo de revuelo entre los conservadores investigadores de su universidad, pero su vocación era inmutable: Francisca quería saber toda la verdad acerca del tema de la dulce chiquilla vestida de rojo que se enfrentó a un lobo feroz en la oscuridad del bosque. Era su oportunidad y no la iba a dejar pasar.

Inició sus estudios planteando una serie de preguntas:
  • ¿Qué tipo de mujer era su madre que, conociendo los peligros que acechan en el bosque, mandara sola a su hija? Y su irresponsable padre, ¿en dónde estaba?
  • ¿Cómo el lobo, siendo el dueño y señor del bosque, no ataca a la niña en sus dominios sino que la espera metido en la cama de la abuela?
  • ¿Cómo se explica que la muchacha no sea capaz de reconocer las diferencias, que sí nota, entre su abuela y una bestia disfrazada?
y muchas otras más por el estilo. Había mucho tema que investigar.

Una vez agotadas las opciones bibliográficas, Francisca ubicó a la Caperucita Roja en un bosque alemán cercano a la ciudad de Jena (Alemania). Ahí se dirigió perfectamente equipada.

Habló con los campesinos locales, que le dieron pistas y antecedentes.

Muy pronto encontró, bajo la sombra de un viejo olmo, un botón de madera que parecía haber sido parte de la famosa caperuza roja. Cerca del lugar del hallazgo, descubrió petrificadas huellas de lobo y de zapatos de niña. Más adelante había señales de un gran pleito entre ambos personajes: encontró enterrados mechones de pelos de lobo y un arete de cuentas de vidrio.

Siguiendo las huellas del lobo, Francisca halló los restos de una cabaña medieval que se parecía mucho a las descripciones del cuento.

Con todos los elementos encontrados, regresó a la universidad. Empleó las técnicas del infrarrojo, del carbono 14 y del ADN para ratificar sus suposiciones.

El lobo resultó ser descendiente de la loba que amamantó a Rómulo y Remo. Dos lobos del zoológico de Munich eran sus descendientes. Todos ellos eran de un linaje noble, digno, incapaces de ratificar lo que contaba el cuento. Algo no cuadraba.

Caperucita Roja resultó ser hija de un defraudador de Jena, que se fue a vivir al bosque para evitar que la justicia lo encarcelara.

La abuela era una mujer avara que guardaba su fortuna debajo del colchón. La hija –madre de Caperucita Roja y nuera de aquella- decidió asesinarla enviándole unas galletas envenenadas, para así poder adueñarse de su escondida riqueza.

El lobo –todo nobleza-, dándose cuenta del ardid de la Caperucita Roja y de su madre, corrió para advertirle a la anciana lo que se estaba gestando. Lamentablemente, un cazador ingenuo con hacha y prejuicios acerca de los lobos, entró a la cabaña de la abuela justo cuando aquél trataba de explicar lo que sucedía.

Francisca publicó con mucho entusiasmo su tesis de doctorado. Los sinodales se rieron de ella hasta el cansancio antes de decirle que estaba suspendida.

En su testamento –varios años después-, Francisca pidió que se publicase la verdad del cuento de la Caperucita Roja en el jornal de arqueología de la universidad.

Los hijos de Francisca prefirieron ignorar el asunto.    




Antropopavimentofeerología


Habito una ciudad espantosa –desde luego hay quien la disfruta- , con más de 26 millones de habitantes.  

Quienes me conocen bien saben de sobra que mantengo relaciones con todo tipo de seres extraordinarios (de otros universos) que alegran mi vida, pues los habitantes normales de esta urbe no tienen tiempo de nada, más allá de agredir a los que nos atravesamos en su camino. 

Pero hoy, una amiga cercana e inteligente de origen argentino, me preguntó si en el apabullante crecimiento de mi ciudad no hay la posibilidad de que algún ser feérico  (hadas, trasgos, elfos, gnomos, musas, hombres lobo, vampiros, duendes, lamias, orcos, ogros, ninfas, troles, xanas, dríadas, etc.) haya quedado atrapado en alguna pavimentación urbana rutinaria.
Reconozco que es posible, y, por lo tanto, asumo la responsabilidad de su rescate.



Apelo a las autoridades de mi ciudad a que generemos un presupuesto para que esos seres únicos y extraordinarios no se conviertan en criaturas fósiles pavimentísticas que algún día extrañemos.

Invito a las autoridades de mi ciudad a apoyar una nueva ciencia: la antropopavimentofeericología rescatística.

Antiria


Como todas las noches desde el nacimiento de su hijo, ella salió de su refugio en la roca hacia los matorrales junto al arroyo plateado para alimentarse. Los pequeños frutos rojos de esos arbustos le brindaban el azúcar nutritivo necesario para mantenerse viva.

No era suficiente: debía igualmente cazar algunos pequeños insectos para que su leche se enriqueciese. Sin eso, su pequeño y débil hijo no sobreviviría. Hacía días que ella lo veía desvanecerse, y la angustia materna la mortificaba.

Divisó una luciérnaga entre los matorrales, y fue tras ella. Nunca la alcanzó, pues un objeto grande y cortante le destrozó el ala. Cayó al pasto con gran dolor. Unos segundos después se dio cuenta de lo que había ocurrido: un niño humano la había derribado de una pedrada.

---------------------------------------------------------------

Gildardo era un niño perverso. Su gran afición era hacer sufrir a sus mascotas con los recursos más crueles imaginables.

Aquella noche, aburrido de los lamentos de su perro lastimado, decidió ir a cazar murciélagos. Él sabía que frecuentaban los arbustos de moras junto al arroyo. Tomó su resortera, recogió suficientes piedras, y hacia allá se dirigió.

De repente, apareció un murciélago bajo la claridad de la noche. Tomó una piedra de su bolsa, tensó la goma, liberó la tensión, y el proyectil fue a dar justo en una de las alas de su objetivo. Antiria cayó fulminada, con su ala rota y un inmenso dolor.

---------------------------------------------------------------

Gildardo se sintió satisfecho de su puntería, pero no del todo con su maldad. Así, preparó una pequeña fogata junto al arroyo, recogió al murciélago herido, y lo arrojó al fuego.

Antiria sabía lo que pasaba. El dolor del ala y de su piel ardiente no le hacía olvidar a su pequeño hijo en el nido. Ahora sabía que él moriría, igual que ella. Los ojos malévolos del niño humano la hicieron presa de un aparentemente infértil odio, pero algo en sus adentros le sugirió que recordara ese rostro. Lo hizo.

---------------------------------------------------------------

La fogata se extinguió antes del amanecer. Gildardo ya había regresado a su casa. En el suelo calcinado apenas se distinguían algunos restos quemados de huesos muy pequeños.

Volvió a anochecer. Nadie pudo ver el prodigio que ahí ocurría. Tal vez fue la terrible angustia de una madre responsable agonizante. Tal vez fue la enorme carga de odio que Antiria acumuló mientras su cuerpo ardía en la fogata.

Los huesos y las cenizas inesperadamente empezaron a juntarse entre sí. Pudo haber sido el viento, o tal vez algún espíritu del arroyo plateado que había de alguna manera estimaba a Antiria u odiaba a Gildardo. El hecho es que de aquel amorfo montón de polvo gris renació la vida, o algo parecido a la vida, o tal vez más parecido a la muerte. Un murciélago hembra levantó el vuelo unos instantes después.  Como el ave fénix, ella había renacido.

---------------------------------------------------------------

Lo primero que hizo la resucitada Antiria fue volar hacia su nido. Con un gemido de dolor, se dio cuenta de que su hijo había muerto de inanición. Lloró unos instantes, antes de liberar todo su rencor.

---------------------------------------------------------------

El odio de Antiria se vertió sobre Gildardo. Su instinto le permitió localizar su ventana. Penetró sin hacer ruido mientras el niño humano dormía. Ella, convertida en un vampiro sediento de sangre, clavó sus afilados colmillos en el vulnerable cuello del perverso asesino indirecto de su hijo.

Por la mañana, el médico forense no sabía cómo explicar a los aldeanos la extraña muerte de ese niño. Estos no necesitaban explicaciones: sabían de sobra que el maldito Gildardo había sido odiado por el espíritu del arroyo plateado desde hacía mucho tiempo, y éste ente misterioso era sabio, verdaderamente sabio. 

Antiria lloró a su hijo varias noches, y después se esfumó para siempre en la oscuridad de la noche, al lado de su amigo, el arroyo plateado.


¿Qué saben los científicos de las musas?




¿De qué materia están hechas las musas?

Las musas son casi insustanciales. Atraviesan paredes, piel y huesos sin mayor problema. Disfrutan, en su travesía,  de la baja densidad del cerebro humano, por lo que les encanta atravesarlo. Y al hacerlo suelen dejar su huella. No es tan fácil explicar cómo generan, en algunos casos, esa chispa que los humanos llamamos “inspiración”. Esto lo aclararemos más adelante.

La insustancialidad de las musas tiene una excepción, misma que descubrimos al probar su permeabilidad en distintos materiales: el talco perfumado.

Si rociamos el ambiente en que se desplazan las musas con algún talco muy fino y perfumado (de la calidad que se emplea para los bebés), éstas quedan impregnadas de él, y entonces es posible percibirlas. Nosotros usamos la técnica fotográfica de alta resolución digital sobre algunas musas ya talqueadas, y pudimos obtener una clara imagen de ellas.

¿De qué tamaño son?

Hay de varios tamaños, pero casi todas caben en la palma de una mano (humana). Pero hay que decir que la potencia inspiradora de las musas poco tiene que ver con su talla. Tenemos casos de musas del tamaño  de un dedo meñique que han generado ideas estupendas. Aquella que inspiró a Bill Gates cuando generó Words, podría extenderse cómodamente en un pétalo de rosa.