domingo, 20 de diciembre de 2009

La adorable Fanny


El pintor del cuadro fue la primera víctima de Fanny, así que es poco posible que él hubiese tenido la culpa.

Pudo haber sido algo maléfico contenido en los pinceles o en las pinturas, aunque los investigadores suponen que el vampirismo de la nena del cuadro venía embebido en el lienzo, ya que éste era de origen rumano.

La adorable Fanny fue pintada por un pintor aficionado que nunca había vendido un cuadro. Ella era una dulce chiquilla de unos ocho o nueve años, con hermosos caireles rubios, con una cara deliciosa adornada con mejillas rosas con un par de hoyuelos que complementaban su sonrisa, rodeada de jardines arbolados, flores, pájaros y una agradable y cristalina fuente.

La pintó a partir de su imaginación. Nunca existió una Fanny de carne y hueso.

Para promoverse, el pintor solía regalar sus obras a gente pudiente, con la idea de que la sociedad de elite lo conociese poco a poco y algún día lograse cierto prestigio.

Acabó de pintar aquel cuadro al anochecer de un día oscuro de invierno.

Amaneció muerto, para sorpresa de quienes lo conocían y constataban que siempre había sido un hombre sano. Nadie observó en aquel momento que le faltaba mucha sangre en sus venas, ni observaron los dos pequeños orificios en su cuello. La exhumación del cadáver por orden del fiscal, semanas después, mostró lo anterior.

La viuda, apesadumbrada, vendió el cuadro unos días después por poco dinero, para cubrir así parte de las deudas de los gastos funerarios de su marido, pues era una excelente obra.

El nuevo dueño del cuadro también murió misteriosamente al día siguiente de comprarlo.

Así, el cuadro de la adorable Fanny fue generando una secuencia de extrañas muertes entre quienes la poseían. La policía tardó meses en darse cuenta de que todos los muertos habían sido a su tiempo dueños de esa encantadora obra de arte, y que todos tenían en su cuello las huellas de pequeños colmillos succionadores de sangre.

Finalmente el jefe de la policía de la ciudad, convencido del maleficio del cuadro, aunque sin entender lo que implicaba, ordenó que éste fuese quemado.

Cuando los agentes de la policía recogieron la obra para incinerarla, notaron que Fanny ya no estaba sobre el lienzo. El lugar que alguna vez ocupó estaba vacío, pero aparecían en su lugar las flores, los árboles, los pájaros y la cristalina fuente. La niña vampiro del cuadro había desaparecido.

La policía jamás entendió aquel fenómeno que todavía hoy sigue asolando a los coleccionistas de obras de arte de aquella región.