viernes, 10 de julio de 2009

El vendedor de pociones


Carecía de patentes, de tecnología, de registros fiscales, de página web, de seguridad social, de lugar fijo, de publicidad de cualquier tipo, de planes de marketing y de negocio, de certificados de calidad, de asociaciones gremiales, de permisos de exportación, de control de calidad, de normas y de certificados, pero sus productos funcionaban y se vendían.

Sus clientes venían de muy lejos a buscarlo. Él recibía cualquier tipo de divisa, hacía trueques, cambalaches, ofertas, descuentos e incluso propuestas ligeramente indecorosas.

Si bien su apariencia era humana, era un extraño híbrido de duende y gitano, con un talento comercial impresionante.

Sus pociones eran efectivas y poderosas. Cientos de clientes lo avalaban.

Enamoraba a los escépticos, curaba a los desahuciados, rejuvenecía a los ancianos, ilusionaba a los derrotados, fertilizaba a los estériles, levantaba a los derrotados.

Todo iba bien para él, hasta que se supo que sólo vendía agua con colorantes. Entonces huyó.

Hoy, que ya no está, se sabe que ese extraño ser desaparecido, no vendía pociones, sino soluciones, justo lo que la gente necesitaba, ni más ni menos: ilusiones, esperanzas, quimeras…y lo más importante, felicidad.