domingo, 9 de agosto de 2009

La sirenita de Santorini


Urika era una joven sirenita que cuestionaba la conservadora tradición de los seres mitológicos del conservador mar Egeo. Su rebeldía le había costado muchas llamadas de atención de parte de los eméritos tritones y sirenas consagradas, y estaba siempre en el ojo del huracán de su rancia sociedad submarina.

Y por si lo anterior fuera poco, una tarde de verano, Urika se enamoró perdidamente y a primera vista de Néstor, un sencillo pescador del puerto de Santorini, un humano de verdad bello, quien ni siquiera sabía de su existencia.

Ella estaba nerviosa, pues no tenía la menor idea de cómo podría conquistar a un humano, así que decidió acercarse a las frecuentadas playas de Santorini, para ver cómo hacían las hembras humanas para conquistar a sus machos.

Pasó muchas horas observándolas, y se dio cuenta del enorme poder erótico de un ropaje escueto que apenas cubría su cuerpo. Los hombres se volvían locos al ver a una mujer con esa prenda. Por una sirena amiga, supo que ese atuendo se llamaba bikini.

Fue así que Urika descendió al fondo del mar Egeo en busca de elementos que le pudiesen servir para confeccionar uno de ellos.

A la mañana siguiente, Urika lucía un pequeñísimo y supuestamente excitante bikini hecho con medusas fluorescentes y algas multicolores. Su amiga le dijo que se veía sensacional, sexi, irresistiblemente atractiva.

Así, sabiendo que Néstor salía a pescar siempre al mediodía, pensó en dejarse atrapar por las redes de su amado. Él, al sacarlas del agua, se encontraría con una bellísima y supersexi sirenita, llena de ganas de amarlo.

El plan era perfecto: no había posibilidades de que fallase.

Cuando Urika vio desde el fondo del mar cómo caían las redes de Néstor, subió inmediatamente y se introdujo en ellas completamente emocionada, entre los atunes y las merluzas.

Néstor sacó las redes con su portentosa musculatura.

Pero la sorpresa para Urika fue había otro pescador que ayudaba a Néstor en sus menesteres, y entre tirón y tirón a las redes, le hacía caricias y lo besaba.

Urika, observando aquello, frustrada y con asco, saltó de la red antes de que Néstor pudiese verla, y se alejó de aquel bote para siempre.

Desde entonces, Urika se dedica a dejarse querer por los jóvenes tritones del fondo marino.