domingo, 26 de mayo de 2019

El escritor en trance

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Debido a problemas de menopausia, Arinda, su musa, dejó de tener ideas y se puso insoportable.

Mientras aparecía una musa de remplazo, el escritor era víctima desesperada de la presión de su editor y sus lectores, por lo que recurrió a una hechicera charlatana que aseguraba darle creatividad por medio de sus exóticos menjurjes.

Ella garantizaba que, poniendo al escritor en trance, éste sería capaz de generar ideas maravillosas para sus historias.

El tiempo pasaba, y el escritor seguía fuera de este mundo, inmóvil, con los ojos abiertos y la mirada perdida en el vacío, sin responder a ningún estímulo cercano. De hecho, lo único que lo separaba de la muerte era un leve y extraño movimiento ocular que mantenía vivas las esperanzas de la familia, mientras la hechicera evadía cualquier responsabilidad.

El escritor jamás salió del trance. La hechicera huyó de la ciudad. Los parientes cercanos se desgastaron discutiendo acerca de la moralidad y legalidad de la eutanasia.

El único que supo sacar provecho de la inaudita situación, fue el secretario del escritor, que se volvió famoso y rico con un  cuento llamado EL ESCRITOR EN TRANCE.

El supositorio mágico y sus inesperadas consecuencias

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Fue concebido por un hechicero genial que tenía un poquitín de fijación anal y mucho de buena voluntad.

Su objetivo no era, desde luego, combatir el estreñimiento, ni mucho menor abatir la fiebre corporal, ni siquiera curar enfermedad alguna por penetración anal, sino simplemente hacer que la gente sintiese una presencia mágica y agradable dentro de su cuerpo, no importando la ubicación ni la vía de aplicación.

Para lograrlo, mezcló polvos de hada apasionada, esencia de ilusión de adolescente, extracto de optimismo desbordante, poción de amor desenfrenado y muchas otras cosas por el estilo, además de una buena cantidad de vaselina*.

*recordemos que los supositorios se enfrentan necesariamente a la fricción de las paredes intestinales. 

Así, la fórmula mágica de aplicación anal quedó debidamente conformada.

La intención original del hechicero era tan sólo alegrar la existencia humana, pero una vez que sacó el producto al mercado, su éxito comercial fue tan grande, que en cuestión de meses pasó a formar parte de la lista de multimillonarios de Forbes, convirtiéndose así, sorprendentemente,  en un avaro e indeseable empresario capitalista.

Las bondades del mágico supositorio pasaron así a segundo término.