martes, 24 de febrero de 2009

Ensalada de musas


En este universo, poco hay que no se corrompa.


Todo era felicidad en el Olimpo cuando Mnemósine se convirtió en orgullosa madre de nueve privilegiadas criaturas, cada una de ellas predestinada a inspirar a seres humanos distinguidos en varias ramas de las bellas artes.

Estas musas originales eran criaturas inteligentes, cultas y alegres, que satisfacían sus ansias de crear e inspirar mientras corrían y se divertían por las laderas del monte Olimpo.

Sin embargo, eran mujeres atractivas y célibes, y en los bosques cercanos a los lugares en donde ellas solían matar el tiempo, eran observadas de lejos por seres perversos y libidinosos: los sátiros.

Estos seres -mitad humanos y mitad cabras- las atraían constantemente con su deliciosa y erótica música de flauta. Algunas de ellas no pudieron resistir esa atracción, y fueron hábilmente sonsacadas por aquéllos, pues si bien éstas eran creativas, no por eso dejaban de ser demasiado ingenuas.

Como resultado de esos no tan esporádicos encuentros, varias de ellas resultaron preñadas.

Para evitar que Zeus y Mnemósine se enterasen de su inminente y pecaminosa maternidad, escondieron a sus hijas (solamente engendraban hembras) en cuevas, y ahí las fueron criando hasta que llegaron a la madurez.

A pesar de su origen híbrido, las hijas de las musas también poseían habilidades para inspirar, aunque por su crianza clandestina y rústica, distaban mucho de poseer la cultura y exquisitez de la anterior generación.

De esta manera tan soez se dio la explosión demográfica desmedida de las musas del Olimpo, y por ello ninguna de ellas jamás osó presentarse ante los dioses que regían al mundo.

Como la humanidad también se iba multiplicando, y con ello había cada vez más artistas e inventores, las nuevas generaciones de musas siempre tuvieron ocupación, si bien sus creaciones estaban lejos de la calidad planeada originalmente por Zeus y Mnemósine.

Pasaron los siglos hasta llegar a nuestros días. Las nueve musas originales se esfumaron, igual que los demás dioses olímpicos, y de ellas sólo perduran sus genes contaminados con el ADN de sátiros alcoholizados.

Es por eso que hoy existen musas de muchos tipos, raleas y calañas, la mayoría de ellas de verdad lamentables: musas incultas (llenas de faltas de ortografía y de sintaxis) ; musas delincuentes (que inspiran a los pillos y defraudadores); musas plagiarias (que copian todo lo que pueden a sus compañeras); musas vulgares (que generan arte obsceno y de mal gusto); musas repetitivas (que siempre insisten en más de lo mismo); musas eróticas (criaturas obsesionadas con temas sexuales); musas falsas (que hacen creer al artista que poseen creatividad); musas de mala calidad (generalmente hechas en China); musas improvisadas (ingeniosas, pero sin mucho fondo); musas alocadas (que lanzan ideas sin afinarlas); musas haraganas (que crean algo una vez cada mil años); y musas envidiosas (que generan sentimientos perversos en sus inspirados).

Lo anterior explica perfectamente por qué existimos muchísimos escritores del montón, aunque confieso que en mi caso particular existen muchas otras razones para que así sea.