jueves, 16 de diciembre de 2010

El vehículo


Faltaban muy pocos días para la siguiente Nochebuena, cuando finalmente Santa Claus fue notificado por la empresa Airbus de que su nuevo vehículo estaba listo.

Era una aeronave de última generación, que cumplía con todas las normas ecológicas (bajas emisiones a la atmósfera, más eficiencia de combustible y completamente silenciosa), equipado con GPS, radares, totalmente computarizada, con cabina presurizada para volar en la estratósfera, conectada permanentemente a todas las redes sociales, blindada contra impactos de meteoritos y chatarra orbital, a prueba de actos terroristas, con enorme capacidad de carga, inusitada potencia y muchos otros atributos.

Santa Claus no pudo contener la sonrisa de satisfacción…pero mientras revisaba ilusionado el vehículo, desde el exterior de su casa, los ocho renos que remolcaban su viejo trineo lo observaban con mucha de tristeza.

Era cierto que todos ellos eran ya animales viejos y que merecían ser jubilados, pero el tema no era del todo fácil: habían remolcado el trineo de Santa Claus los últimos quinientos años, estaban encariñados con su trabajo y deseaban seguir haciéndolo por mucho tiempo más. Los renos se sentían jóvenes y útiles todavía.

Esa noche Santa Claus durmió con emociones encontradas: el vehículo era exactamente lo que necesitaba para seguir cumpliendo con su objetivo de llevar oportunamente regalos a cientos de millones de niños, en un mundo con exceso de explosión demográfica, y su desvencijado trineo de toda la vida, remolcado por renos, ya no era lo que se requería. De hecho, la Nochebuena anterior había llegado tarde a miles de chimeneas, y muchos regalos fueron recibidos por sus destinatarios con sus envolturas y empaques deteriorados.

Después de varios días de incertidumbre de Santa Claus, y de tristeza y angustia de parte de sus renos, todos ellos llegaron a un arreglo:

Volarían la siguiente Nochebuena en el viejo trineo por última vez, y los renos podrían así despedirse de sus adorados niños.

Después de eso, los ocho renos serían liberados en un estupendo bosque de abetos, en donde podrían pasar sus últimos años tranquilos en compañía de sus seres queridos, que eran muchos.

Aquella Nochebuena fue la última vez que se vio aquel viejo trineo remolcado por renos sobrevolando los pueblos y las ciudades. Todos los niños del planeta salieron a la calle a despedirse de Rudolph, el maravilloso reno de la nariz roja, y de todos sus compañeros.