sábado, 19 de abril de 2008

El carnaval de los monstruos

Frankenstein se despertó aquella mañana con ganas de fiesta y de sangre, así que corrió a casa de Drácula para proponerle hacer un carnaval de miedo al día siguiente. Éste asomó de su ataúd para decirle que sí, pero que llegaría –por razones obvias- hasta el anochecer.

Después fue a ver al temible hombre lobo, quien le dijo que iría de buena gana, pero que sin luna llena, era más parecido a un perrito faldero que a un monstruo digno de temerse.

Más tarde fue con Shrek, quien de verdad se entusiasmó, pero le confesó que tenía que consultarlo con Fiona, su esposa, que ya le había advertido acerca del daño que le hacía convivir con sus amigotes. En fin, le pediría permiso, pero de ir –cosa poco probable- tendría que comportarse muy modoso.

Buscó a Alien, pero éste había salido de viaje al espacio exterior y regresaría dentro de dos o tres semanas.

La momia quería ir a la fiesta, pero el día anterior había enviado su vendaje a la lavandería, y tardaría dos o tres días en volvérselo a poner, pues estaba mojado. Podía ir, pero con overol deportivo, con el que no asustaba a nadie.

Godzilla estaba enamorado de Nessie, y se había ido de vacaciones a Escocia.

El monje loco se disculpó, pues después de pasar varios años en la clínica había mejorado mucho, y ahora aspiraba a ser cardenal. Su actual investidura de arzobispo le imponía mucha compostura.

Al día siguiente, al anochecer, Frankenstein, Drácula y el hombre lobo se juntaron a las 8PM en Starbucks a comentar, frustrados, sus tenebrosas glorias del pasado y la escasa convocatoria lograda para el propuesto carnaval del terror. Se retiraron temprano, pues, decepcionantemente, nadie en esa concurrida cafetería notó su presencia, y si alguien lo hizo, sintió por ellos más lástima que miedo

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