martes, 25 de noviembre de 2008

Aladino y la lámpara no tan maravillosa


Era una lámpara mágica de aceite, hecha en el Tercer Mundo, aparentemente idéntica a la de Aladino (por lo menos eso decía el instructivo).

Al principio, cuando el amo la frotaba, aparecía inmediatamente un genio servicial bien vestido y sonriente, dispuesto a cumplir sus deseos.

Unos meses después, cuando se le llamaba, el genio tardaba quince o veinte minutos en aparecer, y solía estar de mal humor.

Más adelante, el genio de la lámpara empezó a pedir sobornos a cambio de los deseos del amo. Pedía el dinero por adelantado, y después entregaba su trabajo tarde y mal. Su presentación personal dejaba mucho que desear.

A veces el genio no estaba de vena, y simplemente no le daba la gana de cumplir con los deseos del amo, por sencillos que éstos fuesen.

Otras veces el genio era quien exigía los deseos. El amo no tenía más remedio que cumplir con sus caprichos, ante la amenaza de aquél de irse a vivir a otra lámpara, de servir a otro amo menos exigente.

Finalmente el genio de la lámpara logró que el amo dependiese tanto de él, que los papeles se invirtieron completamente: era él quien frotaba la lámpara, y el amo quien inmediatamente corría a cumplir sus mandatos. ¡Más le valía!

Un día la lámpara se descompuso, y ni el amo ni el genio encontraron refacciones para componerla. La garantía estaba vigente, pero la empresa fabricante supo evadir sus responsabilidades. La lámpara jamás volvió a funcionar.

El amo tuvo que finiquitar la relación laboral liquidando al genio con una buena cantidad de dinero de acuerdo con la ley, un monto enorme que no compensaba todos los deseos que éste había cumplido.

El genio de la lámpara goza hoy de una excelente jubilación y asesora a otros genios. El amo está completamente endeudado.

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