viernes, 21 de agosto de 2009

Intereses creados


El cuento era el primer interesado en nacer. Había estado durante meses gestándose en el cerebro del autor, siempre angustiado, pensando que iba a ser descartado como lo habían sido muchos otros de sus compañeros.

Los personajes del cuento estaban de verdad preocupados, pensando que jamás serían conocidos por los lectores: un personaje sin lectores carece de razón de ser en esta vida.

La musa que lo había inspirado también deseaba que el cuento saliera a la luz, pero estaba nerviosa por temor a que sus méritos no fuesen debidamente reconocidos por el autor. Éste era muy complicado en ese aspecto, y casi siempre la menospreciaba.

El autor estaba presionado, pues sus ingresos económicos últimamente estaban muy mermados por la increíble competencia literaria: miles de escritores luchaban día a día por estar en los estantes de las librerías.

El corrector de estilo quería dejar su huella en la obra para justificar su puesto y su sueldo, y puso en jaque al autor en repetidas ocasiones, cuestionándole su redacción y su sintaxis una y mil veces, al extremo de que el editor estuvo a punto de suspender la edición del cuento ante tantos pleitos entre ambos.

El editor -cuya prioridad eran únicamente los ingresos económicos- deseaba que el cuento naciese, pero ofrecía muy poco dinero al autor, quien estuvo a punto de no firmar el contrato de edición, poniendo con ello muy nerviosos al cuento, a la musa, a los personajes y al propio editor.

También estaba el dueño de la librería, quien esperaba el mejor cuento del año a un costo ridículo, coqueteando con otras propuestas literarias más económicas.

Después de meses de regateos, especulaciones, pleitos, disgustos y angustias, las partes finalmente se pusieron de acuerdo.

El cuento apareció en los estantes de la librería con enormes expectativas.

Los lectores simplemente lo ignoraron.

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