martes, 30 de marzo de 2010

Alacrana de noche


Despertó algo preocupada al amanecer. Vio el cadáver aún caliente de ese joven tan atractivo sobre su lecho en aquel elegante hotel al que jamás volvería. Con cierta indiferencia lo abandonó a su suerte, y salió a la calle como si nada hubiese sucedido. Después de todo ése era su destino, y -como le había dicho hacía muchos años aquel malvado hechicero que la embrujó- así sería cada noche del resto de su vida, para bien o para mal.

Fue a su piso a desayunar y a ducharse. Arregló la cocina, comió lo mismo a la hora acostumbrada y, una vez más, cumpliendo con el perverso ritual que la acompañaba, se vistió atractiva y salió al anochecer en busca de otro caballero con quien pasar la siguiente noche, para que después de tres o cuatro excelentes orgasmos compartidos, volviera a convertirse en alacrán ponzoñoso, y matase fríamente con su venenoso y certero aguijón a su nueva víctima, mientras ésta dormía plácidamente.

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