miércoles, 23 de febrero de 2011

La hora feliz


En aquel mundo fantástico en que solamente él regía, el escritor de cuentos decretó que todos los días, un poco antes del anochecer, todas las criaturas de su reino deberían guardar una hora de especial calma y tranquilidad:

Todas las cadenas alimentarias quedaban puntualmente suspendidas; los depredadores jugueteaban amorosamente con sus presas potenciales, y éstas olvidaban de momento sus temores y rencores; las madres paseaban a sus cachorros sin ningún tipo de miedo; los venenos se neutralizaban a sí mismos; las garras, las zarpas y los colmillos se guardaban discretamente.

Y gracias a eso, el escritor disponía de la calma necesaria para escribir sus maravillosos cuentos acerca de todas esas civilizadas y obedientes criaturas salvajes.

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