lunes, 4 de febrero de 2008

Eco y yo

La mitología es muy clara al hablar de divinidades que fueron a su tiempo expulsadas del Olimpo por diversas razones, justas o injustas. De muchas de ellas sabemos su paradero, pero no de todas .Tal vez algunas estén entre nosotros, llevando una vida simple, mundana. Podrían ser nuestros vecinos, nuestros compañeros de trabajo, o alguna interesante persona que nos llama la atención en el metro, mientras viajamos hacia nuestro cotidiano trabajo…

Eco es una ninfa que todavía hoy se encuentra entre nosotros, con otro nombre, bajo otra personalidad, pero conservando su lozanía, su belleza, su agradable y melodiosa conversación. Ésta es su dramática historia.

A Zeus –amo absoluto del Olimpo y dios del Universo- le encantaba pasar tiempo con las hermosas ninfas, y solía visitarlas en la Tierra. Un día, la celosa Hera, diosa del hogar y esposa de Zeus, sospechó una infidelidad de éste y bajó a la Tierra, intentando sorprenderlo haciendo el amor con aquéllas.

Eco –todo nobleza- quería salvar a sus amigas ninfas, por lo que le habló a Hera incesantemente para distraerla, y así darle tiempo a Zeus y a las ninfas para que se marcharan.

De repente, Hera interrumpió a Eco y fue al lugar en donde Zeus y las ninfas habían estado. Ese prado olía a semen de dios y a perfume de ninfa. Hera se dio cuenta de lo que Eco había hecho, y la castigó condenándola a no poder decir jamás nada, excepto la última palabra de su interlocutor. Igualmente le quedó prohibido regresar al Olimpo o intentar apelar a Zeus.

Caminó desolada por los bosques y las montañas, ocultándose de los lujuriosos sátiros que nada le agradaban.

Eco fue pretendida por Pan. Pan era dios, y también era mitad hombre y mitad macho cabrío, un sátiro. Por eso tenía cuernos y patas de cabra, como muestra de la virilidad de su instinto. Estaba obsesionado por Eco, pero ella no estaba enamorada de él, así que la ninfa huyó precipitándose en la corriente del río Laón.

Tras varias horas de ser arrastrada por la caudalosa corriente, ésta la arrojó en la playa de un bosque, en donde vio a un hermoso joven llamado Narciso. Cupido -dios del amor- andaba por ahí cerca, recogiendo el dulce aroma de las flores silvestres, para perfumar con él la punta de sus flechas.

El aroma de las flores silvestres de la región del río Laón era muy especial: generaba amor a primera vista en los seres a quienes Cupido lanzaba una saeta.

Cuando el dios del amor vio a la bella Eco salir del río y dirigirse hacia Narciso, tendió su arco, y la flechó en el corazón. Así, ella quedó prendada del bello mancebo. Él también se interesó por Eco, así que inició una conversación con ella:

N: Hola

E: …hola

N: ¿Cómo te llamas?

E: …llamas

N: Yo soy Narciso

E: …Narciso

N: ¿Qué tal se está en este bosque?

E: …bosque

N. Oye… ¿tu eres tonta?

E: …tonta, tonta, tonta…

Narciso se horrorizó de ver que una mujer tan bella fuese tan poco inteligente, así que decidió alejarse de ella. Eco corrió tras él desesperada, tratando de explicarle su desgracia, pero la velocidad de Narciso la hizo quedarse muy atrás.

Cupido no había tenido tiempo de untar su poción de aroma de flores silvestres en la punta de la flecha dedicada a Narciso, así que siguió tras de Eco, quien ya había perdido de vista a su amado.
Como sea, Cupido no quiso desaprovechar la oportunidad, y convenció a Eco de que ambos siguiesen las huellas del joven.

Éste había corrido tan rápido durante tanto tiempo -huyendo de Eco-, que se tendió rendido frente a un estanque de agua cristalina. Tras de beber un sorbo, cayó dormido.

Pronto llegaron al lugar Eco y Cupido. Éste ya tenía su flecha lista, así que la disparó directa al corazón del adormecido Narciso. El plan era perfecto: cuando éste despertase, la primera cara que vería sería la de la bella Eco, y así quedaría prendado para siempre de ella.

Cupido se fue tranquilo a continuar con su labor de recolección de aroma de flores del Laón.
Eco permaneció un par de horas al lado del adormecido cuerpo de su amado. Lamentablemente ella no se dio cuenta de que él yacía boca abajo, con la cara viendo hacia el cristalino estanque.

Cuando por fin despertó Narciso, la primera cara que vio fue la suya, reflejada en las aguas de la clara laguna, y quedó prendidamente enamorado de sí mismo. Notó la presencia cercana de una esperanzada Eco, pero él solamente quería estar observándose a sí mismo en el estanque. Nada había que se pudiese hacer. Ella estaba enamorada de un hombre que jamás la querría, y Narciso deseaba que ella lo dejase sólo con su amado reflejo.






Eco, desolada y ofendida, se encerró en un lugar solitario, y allí dejó de comer y de cuidarse. Así se fue consumiendo poco a poco. El dolor la fue absorbiendo hasta que desapareció y se desintegró en el aire, quedando sólo su voz que repetía las últimas palabras de cualquiera, incluidas las nuestras

Eco vagó desmoralizada convertida en esencia y voz repetitiva durante miles de años, en las lejanas montañas, escondida de los perversos sátiros y de los malditos hombres (el recuerdo del único hombre que había conocido –Narciso- era muy doloroso).

Un día, Hera -quien antaño la había arrojado del Olimpo- finalmente se apiadó de Eco y le permitió recuperar su cuerpo, su frescura, su belleza, y -poco a poco- su voz y su palabra, con la única condición de que dejase de ser ninfa y se integrase a la humanidad.

Era el año 2007 cuando Eco por fin decidió abandonar su lejano refugio y acercarse a nosotros.

La conocí una noche de luna en un bar. Lucía hermosa. Es posible que Cupido estuviese cerca, pues su dulce cara me fascinó. Desde ese momento –nada más verla- caí enamorado. Ella se dio cuenta, y seguramente recordando lo duro que es el amor no correspondido, se acercó a mí y me extendió su suave mano, con una encantadora sonrisa. Quise decirle que era bellísima, pero me selló los labios con un beso.

Desde entonces vivimos juntos en mi departamento, amándonos permanentemente. Ella ha recuperado su dulce voz y su agradable forma de expresarse, pero me tiene prohibido mirarme en el espejo. Sus razones tendrá…y debo respetarlas.



Publico esta historia para explicar al mundo por qué ya no se escucha el poderoso y reverberante eco en las montañas del planeta Tierra.

1 comentario:

Froiliuba dijo...

Me encanta como enfocas la historia.
Bueno ya tienes este blog en el que expresarte todo lo que quieras, ahora vamos a darle luz
Un beso, me alegro tanto