jueves, 28 de febrero de 2008

El baño de Dracamina

Todo evento desagradable acaba por acaecer, por más que a él nos enfrentemos. Es una de las inmutables leyes perversas de la naturaleza, de la que no está exento nadie, ni siquiera las brujas.

A Dracamina no le sirvió de nada usar mil brebajes y pociones; retorcer el pescuezo de decenas de cuervos; sacrificar varias doncellas a Belcebú; recurrir a brujas más sabias en complicados aquelarres.

Llegó el momento en que ni ella misma soportaba su olor; en que las garrapatas de los murciélagos que pululaban en su sobacos preferían el ayuno a succionar su contaminada y maloliente sangre; en el que las demás brujas –asquerosas todas ellas- empezaron a apartarse de su lado; en que los sapos de sus brebajes revivían muertos del asco y brincando de sus potes, retornaban a los desagradables pantanos.

No tuvo más remedio que sacar de su desván la vieja tina de madera llena de telarañas, y llenarla de sosa cáustica y orines de bicharrajos pestilentes, para después, completamente resignada y angustiada por las consecuencias de exponer su roñosa piel a algo corrosivo y pestilente, sumergirse hasta cubrir la totalidad de su arrugado pellejo.

Cuando la alcalinidad agresiva del baño arrasó con costras milenarias de mugre arraigada en su cuerpo y con miles de piojos y garrapatas, ella decidió salir de aquella pileta tan hostil.

Un espejo salido de la nada se atravesó accidentalmente en el camino de la desnuda y recién bañada Dracamina. Lo que ella vio fue increíble, y cambió para siempre su vida: descubrió un hermoso cuerpo moreno muy bien conformado, lleno de vida y sensualidad.

Dracamina hoy –después de aquel maravilloso baño- es una top model exitosa. Nadie sabe que tiene quinientos años de edad, ni conoce sus antecedentes de bruja maldita.

La vida está llena de sorpresas. Démosle su oportunidad.

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