jueves, 28 de febrero de 2008

El naufragio de la burbuja feérica


Los feéricos (hadas, trasgos, elfos, gnomos, musas, hombres lobo, vampiros, duendes, lamias, orcos, ogros, ninfas, troles, xanas, dríadas, etc.) son seres reales. Nosotros los consideramos fantásticos, aunque los verdaderamente fantásticos somos nosotros, pues tenemos una enorme tendencia a desvirtuar la realidad a nuestro favor.

Los feéricos detestan vivir amontonados. Por eso, cuando su populación crece más allá de lo soportable, se organizan grupos de emigrantes que, a bordo de sutiles burbujas, se dejan llevar por el viento en busca de lugares despoblados en donde residir.

Una burbuja feérica fuera de ruta atravesaba casualmente mi habitación, justo cuando mi esposa veía su telenovela favorita, en la que Gervasio, el terrible villano del pueblo, mortificaba sin piedad a la bella Angelina, dulce joven enamorada de un hombre guapo y bien intencionado, Luís Alberto, quien por ser muy pobre no podía competir con el alevoso abusador.

Hulna, el hada buena que piloteaba en ese momento la burbuja, se distrajo ante la televisión un par de segundos, enternecida por las lágrimas que brotaban de los tristes ojos de Angelina. Como consecuencia de esa distracción, Hulna perdió el control de la burbuja. Ésta viró sin control un instante y fue a estrellarse justo contra una de mis neuronas mientras yo dormía plácidamente.

El terrible naufragio feérico hizo que la sutil burbuja, bastante deteriorada, quedase atorada entre dos dendritas de esa mi neurona. Aun dormido, percibí levemente el impacto en la profundidad de mi cerebro, junto con la succión electrónica –normal en esos casos- producida por el consecuente efecto Doppler-Newton.

El efecto Doppler-Newton hizo que los dos personajes que aparecían en la pantalla de la
televisión salieran despedidos de ella, y fuesen succionados por la burbuja. Cuando las cosas se estabilizaron cerca de mi neurona, Gervasio, Angelina y todos los pasajeros de la nave feérica estaban en mi interior. Yo, sin embargo, seguía durmiendo, y los eventos que ocurrieron a continuación en el interior de mi cerebro quedaron registrados como un sueño casi consciente.

Para reparar la burbuja y salir de ese atolladero, Frink, el orco con mayor rango entre los feéricos náufragos, ordenó primero la evacuación ordenada de todos los pasajeros. Pude verlos a todos en mi interior, así que hadas, trasgos, elfos, gnomos, musas, hombres lobo, vampiros, duendes, lamias, orcos, ogros, ninfas, troles, xanas, dríadas y otros seres para mí desconocidos, desfilaron por mis dendritas buscando un lugar apacible para descansar y reponerse del susto.

Por otra parte, Golio, el trasgo de ojos azules, organizaba las brigadas para la reparación de la burbuja. Los daños no eran tan graves como en un principio se pensó, así que le regresó la sonrisa esperanzadora.

Hulna, la piloto, una vez que se aseguró de que la burbuja no constituía ningún riesgo para los pasajeros, asomó al exterior, y vio a Gervasio molestando insistentemente a Angelina para que se casase con él. Corrió por las células nerviosas hacia donde ellos estaban, y amenazó a Gervasio para que dejase en paz a aquella dulce niña que amaba a otro hombre.


Gervasio se rió de Hulna. La llamó “bruja entrometida”, y trató de besar a Angelina que inútilmente intentaba poner resistencia.

Más de repente, Hulna hizo una señal extraña con sus antenas, y de la nada aparecieron muchos orcos, hombres-lobo y vampiros, que rodearon a Gervasio con gestos amenazadores. Éste soltó a Angelina, y trató de huir a través de unas terminales neuronales. Sin embargo, fue alcanzado por los feéricos, quienes lo amarraron y amenazaron con devorarlo vivo si no juraba dejar en paz a la dulce Angelina, que en ese momento lloraba en el regazo del hada Hulna.

Tan mal la pasó Gervasio entre esos peligrosos seres, que juró que desistiría de sus intenciones con Angelina. Fue incluso obligado a arrodillarse frente a ella para asegurarle que nunca jamás la pretendería.

En poco tiempo la burbuja feérica quedó arreglada. Urkk, el duende científico, había ya preparado un newton-doppleridio, o sea, un aparato capaz de convertir el succionador efecto Doppler-Newton en el eyector efecto Newton-Doppler. A la cuenta de tres, y después de un beso de agradecimiento de la sonriente Angelina al hada Hulna, Urkk disparó el dispositivo y los personajes de la telenovela fueron ahora succionados por la pantalla de la televisión.

Todos los feéricos aplaudieron a Urkk, y ascendieron ordenadamente a la burbuja. Hulna movió algunos controles, y logró desatorarla de mis dendritas. Retomaron vuelo y dirección. Nunca más supe de ellos.

Un par de días después, platicando con mi esposa de esto y aquello, me comentó que su telenovela favorita había tenido un vuelco inesperado, en el que el villano se había convertido en un buen hombre, y había dejado de molestar a la heroína, quien finalmente había podido casarse con quien ella realmente amaba.

Si bien el final feliz le había agradado, ella no se explicaba el porqué un malvado de la naturaleza de Gervasio cambiase de pronto sin una razón poderosa.

A punto estuve de explicárselo, pero, por mi propio prestigio y credibilidad, preferí quedarme callado.

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