lunes, 25 de febrero de 2008

Los hacedores de sueños

Nuestro Gran Universo contiene muchos pequeños universos integrados, paralelos entre sí, que conviven en el espacio y en el tiempo casi sin percibirse o afectarse los unos a los otros, todos ellos separados por sutiles películas de éter de Xtabay (del mismo espesor que tienen las alas de la hadas de Orión). Estas finísimas membranas interuniversales solamente pueden traspasarse cuando se alinean las seis lunas de Albayén, cosa que ocurre cada dos o tres mil millones de años, y la apertura dura apenas una milmillonésima de segundo.

Los pequeños universos a los que me refiero -ordenados de manera chauvinista por mí, que soy habitante de uno de ellos- son los siguientes:

El Mundo Real*, que es al que pertenecemos yo, mi esposa, mis amigos, George Bush y otros conocidos, todos nosotros gente de “carne y hueso”, gente que se puede tocar con la mano.

*NOTA DEL AUTOR: Es verdaderamente injusto que llamemos a lo nuestro el “Mundo Real”, pues esa denominación es obviamente antropocentrista. Para los habitantes de los otros universos, su mundo es tan real como el nuestro lo es para nosotros.

Después está el Mundo Virtual, al que pertenecen criaturas-bytes que suelen aparecer con cierta frecuencia en mi monitor argumentando existencia real y corporal, pero sin demostrarla.


Después están las otras dimensiones. Sabíamos que existían por mera intuición filosófica o matemática, y en base a ello imaginábamos cómo serían sus habitantes, pero hasta hace pocos días ninguno de nosotros (los presuntuosos habitantes del Mundo Real) había tenido contacto directo con ellos. Yo ya lo tuve.

Efectivamente, hay uno de estos universos de otra dimensión que sí interactúa con el nuestro, pero sus habitantes habían sido (hasta hace poco) lo suficientemente sutiles y cuidadosos como para no dejar rastros científicos de su presencia: me refiero al Mundo de Oniria.

Así, hace un par de semanas, por alguna ocurrencia extraña que llegó a mi cerebro no sé de dónde, decidí extender alrededor de mi cama (antes de dormir) una redecilla de seda de la oruga de la mariposa de Gundlach. Conecté a ella una máquina fotográfica de altísima resolución con un obturador ultrasensible que se dispararía con la menor vibración generada por cualquier ser –por liviano que fuese- proveniente de otra dimensión.

Tras de una noche en la que sorprendentemente no logré soñar nada, me di cuenta de que la máquina fotográfica había tomado una foto. Algo nuevo e inesperado había quedado registrado en la tarjeta electrónica de mi supercámara.


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Normalmente me levanto temprano y voy al gimnasio a ejercitarme. Después me ducho y tomo el desayuno. Pero aquella mañana, la imagen captada por mi máquina fotográfica, me llenó de curiosidad, así que abandoné la rutina. Algo había zarandeado sutilmente la redecilla de seda de oruga de la mariposa de Gundlach con la que rodeé mi cama, por lo que suspendí mis actividades del día al día, y me concentré en la imagen atrapada en la tarjeta electrónica.

Lo que ahí aparecía no era ni un mosquito ni un grano de polvo producto de la falta ineficiencia de la chica que hacía cada tercer día la limpieza de mi piso. Se trataba de algo de verdad inesperado.


La imagen era sorprendentemente clara y extraordinaria, así que –con mi experiencia en cuestiones de ordenadores- la respaldé en varias opciones, y la protegí con cuanto antivirus estaba a mi alcance.

Se trataba de la imagen de un ser único y desconocido (en nuestro presuntuosamente llamado Mundo Real), fotografiado “in fraganti” al intentar acercarse a mí, estando yo dormido, quién sabe con qué intenciones. La redecilla -y seguramente el casi inaudible ruido del obturador de mi moderna máquina fotográfica- lo sorprendieron.




Amplié e imprimí la fotografía. Días después habría de saber que se trataba de un “Hacedor de Sueños”.


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Yo no sabía qué hacer con la fotografía. El asunto me quedaba grande, muy grande. Había un millar de opciones y de decisiones que tomar.

¿Entregarla a la ciencia para conocimiento objetivo de la humanidad?

¿Venderla a un diario amarillista para hacerme rico en el corto plazo?

¿Mantener en absoluto secreto la existencia de ese ser extraordinario para evitar que el mundo arrasase con el descubrimiento?

Cuando apenas empezaba yo a concientizarme de lo que tenía en mano, la respuesta apareció por sí sola: el ser retratado en la fotografía se presentó ante mí dispuesto a negociar la compra de la evidencia.

A la vista, mi extraño visitante podía perfectamente parecer un humano, excepto por el color rosa de sus ojos. Seguramente él se esforzó por asemejarse a nosotros, pero los ojos lo traicionaban.

Su apariencia y su trato no eran desagradables. Parecía una persona joven, de amena sonrisa, tierno en cierta manera, pero se notaba tenso. Cuando ambos logramos superar los nervios de estar platicando con un ser de otra dimensión, empezamos a entendernos, y me contó su historia y la razón por la que me visitaba. Todo resultaba maravilloso.


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Manipusieteraerioatro era su nombre. Su profesión era Hacedor de Sueños. Era exitoso en su medio, pero unas cuantas noches antes había cometido un grave error de falta de precaución, aunque yo le dije –para consolarlo- que él no tenía la culpa por el hecho de que yo hubiese puesto la redecilla de seda de oruga de mariposa de Gundlach alrededor de mi cama…

Los altos señores del Mundo de Oniria estaban preocupados por la fotografía que yo había tomado de Manipusieteraerioatro. Conocían la capacidad científica y destructiva de los habitantes del Mundo Real (los humanos como yo), y la foto podría traer graves implicaciones.

Así fue que Manipusieteraerioatro fue obligado a negociar conmigo la compra de la foto.

Para mí todo esto era extraordinario. En sí el negociar cuestiones de otras dimensiones ya era extraño, pero saber que si Manipusieteraerioatro no recuperaba la foto le significaba su ruina, fue definitivo.

Decidí darle la foto y los dieciséis respaldos de ella, a cambio de una sola cosa: que me explicase quiénes eran los Hacedores de Sueños, de dónde venía, y que me platicase de su extraño mundo.


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Manipusieteraerioatro aceptó mi propuesta: estaba acorralado.

He aquí todo lo que me contó.

Oniria es un mundo subordinado al nuestro, en el sentido de que ellos se nutren de nuestras emociones sin que nosotros los notemos. Nuestras emociones tienen efectos metabólicos. Cuando reímos, cuando lloramos, cuando amamos, cuando soñamos, liberamos energía existencial, misma que ellos recogen para su nutrición.

Así, los habitantes de Oniria se dedican a despertar y acrecentar nuestras emociones.

Ellos son quienes generan nuestros Sueños, nuestras Ilusiones, nuestros Ensueños, y - cuando lo hacen mal- nuestras Decepciones y Tristezas.

En Oniria hay dos formas de ganarse la vida:

Se puede ser actor, protagonista de nuestros sueños. Ellos representan a los personajes que aparecen cada noche en nuestros cerebros. Se meten en nuestra mente cuando estamos dormidos, y juegan papeles que nosotros disfrutamos o sufrimos mientras soñamos. Si no fuese por los actores de Oniria, soñaríamos con espacios vacíos, con oscuridad, sin emociones. Ellos son “los buenos y los malos” de nuestros sueños.

Y también se puede ser Hacedor de Sueños, lo máximo en la escala social de Oniria. Los Hacedores de Sueños hacen el guión de lo que vamos a soñar cada noche; escogen al elenco; y dosifican las emociones que percibiremos.

Un buen Hacedor de Sueños nos hace vivir noches increíblemente felices o noches muy desagradables.

Hay dos especialidades entre los Hacedores de Sueños de Oniria, como las había entre los autores de teatro en la Grecia clásica: la tragedia y la comedia. En el caso de Oniria tenemos los “sueños dulces” y las “pesadillas”. Desde jóvenes, ellos se especializan. Hay genios en cada rubro.

De jóvenes, los estudiantes de Oniria que pretenden ser Hacedores de Sueños, practican generándonos Ilusiones y Ensueños. Dependiendo de los resultados, los altos señores de Oniria deciden si ellos tienen futuro o no. Las Ilusiones y Ensueños que se materializan en los seres humanos, implican altas calificaciones. Las frustraciones humanas hacen que los estudiantes de Oniria renuncien a ser Hacedores de Sueños, y que se vean obligados a ser simples personajes de rutina en nuestros sueños.

Tras de escuchar esto, me di cuenta de que mi redecilla de seda de oruga de mariposa de Gundlach me había dado la oportunidad de entender muchas cosas, de que mi amigo Manipusieteraerioatro era sensacional –todo un maestro-, así que procedí a darle todas las copias y respaldos de su fotografía. Se despidió feliz, prometiéndome muchos sueños dulces el resto de mi vida.

Pero…confieso ante ustedes que me guardé una copia de la fotografía de Manipusieteraerioatro para mis nietos, algo que algún día les mostraré y narraré como un cuento fantástico y maravilloso para que disfruten de sus sueños, sabiendo que las criaturas del Mundo de Oniria se encargarán de alegrarles todas sus noches con bellísimas historias generadas por los increíbles Hacedores de Sueños, criaturas de una increíble dimensión desconocida de nuestro precioso universo.


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