martes, 2 de febrero de 2010

Divinidades que no sirven


La sociedad del sistema solar de Yragut era muy madura. Habían visto de todo y habían pasado por todo en su larguísima historia, así que, cuando apareció Arniana, pocos esperaron de ella más que de otras tantas divinidades de las que sabían bastante. Solamente unos cuantos sacerdotes desempleados y algún fanático religioso trasnochado le dieron importancia al hecho.

Fue una noche calurosa, y debido a la inesperada lluvia de materia cósmica y a la poco probable conjunción de los tres planetas de Yragut, que Arniana fue concebida.

La verdad es que nadie la esperaba ni se sabía quienes eran sus divinos padres, pero su presencia fue tan poderosa al principio que todos los magos de aquella galaxia en extinción lo supieron. Pero su objetivo final era imposible de predecir, además de que a nadie le importaba: las divinidades aparecían cada poco tiempo en esos lugares, y la mayoría de ellas eran irrelevantes. Nacían, vivían y morían sin dejar huella definitiva en aquel conjunto de planetas tan civilizados.

Los magos, ante la incertidumbre del evento, optaron por embriagarse como todos los atardeceres desde hacía milenios.

Los habitantes de aquel sistema solar, aburridos de apariciones de inútiles criaturas extraordinarias, siguieron sus vidas como si nada hubiese ocurrido.

Arniana, que esperaba una recepción apoteósica que jamás ocurrió, viendo a los magos borrachos y a la población indiferente, prefirió suicidarse.

La patética secuencia de eventos con ella relacionados, desde luego, no cambió la tendencia de la extinción de aquella otrora poderosa galaxia ni la indiferencia secular de aquella población.

Los yragutianos ya estaban aburridos de convivir con dioses inútiles.

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